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«Quiero traer nuevas voces, darle espacio a la nueva generación»«

Entrevista con Orianna Camejo, directora de la editorial Lecturas de arriago, residente en Madrid, España

Por Judit Climent Torras y Millie Browning

¿Dónde vivías en Venezuela antes de tu migración? 

En Caracas, Venezuela, la capital, soy caraqueña completamente. 

Dado que Caracas es un sitio muy agitado, ¿cuál fue tu experiencia viviendo en esa ciudad? 

Por ser la capital de Venezuela y también porque ya todo estaba pre-centralizado, la experiencia de mi vida en Caracas es muy distinta a la experiencia de otros venezolanos en otras partes del país. Fue privilegiada. Yo estoy enamoradísima de Caracas y muy malherida por Caracas, y por eso en parte también –justamente–, surge mi proyecto. Ya que no puedo cambiar la situación en Venezuela, al menos quiero construir algo que me haga creer que cualquier tipo de futuro, aunque sea paralelo, se podría realizar en la ciudad que tanto amo.  

¿Y por qué elegiste España? ¿Has escogido España por que tenías familia ahí? ¿Quizás porque querías o porque podías? 

Escogí España porque mi abuela es de acá, mi madre tiene la nacionalidad española y yo también ya la tengo. Pero antes de venir acá –apenas acabo de cumplir dos años en España–, estuve viviendo dos años en Monterrey (México), porque a mi novio le habían ofrecido un trabajo allá. Vivimos dos años en Monterrey y luego decidimos venir para acá porque teníamos ahorros pero también porque en Monterrey la identidad como migrante es extremadamente costosa. En cambio, en España no tengo que pagar por una identidad porque ya la tenemos. Por eso vinimos y también porque en 2014 –cuando yo estaba en tercer año de la carrera en plenas protestas en Caracas–, tenía el sueño de hacer un diplomado de edición independiente que se impartía aquí en España. Vine a hacerlo, lo culminé y básicamente Lecturas de arraigo como proyecto surge gracias a eso.  

¿Puedes hablarnos un poco de tu experiencia de migración? 

No quiero extenderme. Obviamente, mi experiencia migratoria ha sido doble y claramente, los dos primeros años, fueron extremadamente rudos, muy rudos. Aun así, también hago muchos matices porque en México la gente me hizo sentir muy bienvenida a pesar de que Monterrey, como ciudad y como experiencia vital, es bastante hostil. Ahí los mexicanos me hicieron sentir en familia, tengo un montón de amigos con los que todavía sigo en contacto. Sobre la experiencia en España –como ya tengo el ‘callo migrante’– al llegar aquí, las etapas de la migración no me afectaron tanto. De todas maneras, también he de decir que, Madrid es muy agradable pero a la vez también hostil de otra forma. Todas las partes del planeta son así. Por ejemplo –y esto es algo en lo que me ha ayudado mucho también el diplomado–, en mis dos primeros años como migrante, yo básicamente desconecté de todo lo que yo había sido, de todo lo que yo había pensado que era mi identidad. Yo dejé de leer, no leía nada –yo había estudiado una licenciatura en Letras (Filología)– y para mí era como… Me sentía muy rara porque ya yo había desconectado completamente de todo eso y venir acá a España a volver a estudiarlo fue como reconectar lo cual ha sido también un poco terapéutico. 

Nos has dicho que Lecturas de arraigo surge a partir de este diplomado pero ¿estabas involucrada en la industria editorial antes de salir de Venezuela o en Monterrey, o sea, antes de llegar a España? ¿Tuviste la idea [de este proyecto] en Venezuela o en España? 

Ya tenía la idea antes de llegar a España y mi intención, desde el inicio, era crear un proyecto editorial. Obviamente, el miedo me hacía pensar todo el rato en dejarlo para más adelante, —en Monterrey no me encargué de nada de eso, no conecté para nada con la cultura–. Pero en Caracas, cuando yo me gradué, ya tenía cuatro años de experiencia laboral. Empecé a trabajar en el segundo año de la carrera –por amor al arte– en un fanzine literario dirigido por Isadoro Saturno, Domingo Michelli, Nelson Algomeda El fanzine era bastante juguetón, se llamaba Arepa, revista Arepa. Allí estuve un año y medio, hasta que, empezó a surgir la crisis –bueno, no a surgir, se profundizó la crisis–, tanto así que los que habían creado la revista no tenían cómo financiarla. Entonces, se acabó el proyecto, luego trabajé en una revista universitaria. Después, dejé de trabajar en esa revista porque, básicamente, me convertí en mi propia jefa. Al año y medio trabajando ahí me dijeron algo así como «los jefes de redacción se fueron del país así que tú ahora eres la jefa de redacción y tienes 19 años» y yo pensé…« eh, yo necesito aprender, yo todavía tengo mucho por aprender» y ya después terminé trabajando en Efecto Cocuyo, que es un medio de noticias digital, hasta que emigré. Así que también tuve un tiempo como periodista. 

Como mujer joven que ha emigrado, ¿cuál fue tu actitud ante el reto de iniciar un negocio como una editorial? 

Muchísimo miedo. Muchísimo miedo y siempre taladrándome la cabeza con el pensamiento “yo no tengo la capacidad para…”. Pero luego de lo que pasó tras empezar el movimiento #Yotecreo en Venezuela –que es #MeToo–, empezó a existir una comunidad de chicas denunciando abusos y otras cosas. Esto permitió que se descubriera que los abusos estaban en todos los niveles de la sociedad y muchos de ellos también dentro del ámbito intelectual y literario venezolano –profesores que tuve en la universidad. A partir de esa situación todas las chicas que estudiaron conmigo y yo empezamos a discutir sobre el asunto. Todas esas semanas fueron bastante desafiantes psicológicamente porque era como remover muchas cosas del pasado.

Me di cuenta de que, en la forma en la que me educaron, incluso en mi propia carrera, me encontraba con la figura de ‘la joven promesa masculina’ y que una chica solo es hermosa y luego inteligente, y si no es hermosa, ni pensemos que es inteligente y nada más. Se dice de las chicas que son hermosas e inteligentes y el hombre sí es una joven promesa de la literatura venezolana. Entonces, ahí fui escarbando.

A estas alturas del partido, que ya he sacado el proyecto, que ya he sacado un primer producto editorial, hice la suma de todo el esfuerzo hecho y me di cuenta de que tengo todo esto por trabajar. UBICUO surge justamente por esta necesidad de demostrar que yo también estaba presente a pesar de que no había trabajado realmente en lo editorial en Venezuela. Al final salió un producto precioso.  

¿Tenías a alguien que te apoyara en Venezuela o en España? ¿O en ambos países? 

Veamos. En lo económico, básicamente mi familia y mis ahorros, si no, no existiría Lecturas de arraigo porque –y esa es una cosa que sí hay que poner muy claro–, lo que yo consideraba, o lo que normalmente se considera un proyecto editorial en Venezuela, tiene unas características y aquí, en España, a esas características hay que agregarles un corsé burocrático, legal y de gastos que básicamente hace que el proyecto sea inviable. Yo me estoy aferrando a mis ahorros para sacar adelante el proyecto para brindarle la oportunidad de que empiece a generar su punto de equilibrio. Aparte de eso, he tratado de hacer justamente una red de contactos para asesorarme porque ­a pesar de que he consumido mucha cultura venezolana no he estado en el centro de ella. Durante la cuarentena empecé a hacer cursos de diagramación con Faride Mereb que es una de las grandes diseñadoras editoriales venezolanas. Ella vive en Nueva York y sin ella no hubiese sacado UBICUO, sin ella no hubiese logrado entender InDesign. También he estado asesorándome con Isadoro Saturno. Ese ha sido el apoyo.   

A partir de aquí, desde lo que acabas de contar, se puede decir que tu esfuerzo es una forma de demostrar que las mujeres también podemos y que aquí estamos y que no solo vales por ser bonita. ¿Qué rol político consideras que tiene tu esfuerzo editorial considerando que hubo un momento en Venezuela en el que las editoriales apoyaban al gobierno, y si dejaban de apoyarlo, eran disidentes? ¿Cómo lo ves tú? ¿Consideras también una prioridad darles una plataforma a las mujeres, a las jóvenes, a las personas que han migrado? Cuéntanos.   

Prácticamente desde que nací ­–tengo 27 años y Chávez entró al poder cuando tenía 4– toda mi vida la he vivido politizada, completamente politizada. Eso ha hecho que toda nuestra cultura también tenga ese lente, que no solo sean politizados sino polarizados, y ahí es donde está también la conchita de mango que decimos en Venezuela. Y este proyecto yo no quiero ponerlo bajo una tendencia. La verdad es que ya no hay tendencia, hay una realidad en Venezuela y esa realidad es innegable, punto.

Mi esfuerzo editorial quiere enfocarse en traer nuevas voces, darle espacio a la nueva generación porque todo se nos vino encima. Antes del chavismo todo era a través del Estado y las editoriales que más crecían en Venezuela lo hacían a través de él. Como esas editoriales eran del Estado nuestra estructura editorial no era la de un mercado, lo editorial era simplemente una oferta que daba el Estado y por eso, cuando llegó el chavismo todo se quebró y ese mundo editorial desapareció.

Los espacios independientes se cerraron y, básicamente, lo que nosotros seguimos consumiendo ahora como literatura venezolana contemporánea, es una generación ya madura, una generación de escritores que tienen de 35 años para arriba y ya los consagrados pues obviamente son lo que son. Pero mi intención es atraer una nueva vibra, una nueva brisa.  

¿Consideras que se necesita abrir también un nuevo canon de literatura venezolana para integrarlo en el canon o simplemente, para hacer uno nuevo, otra rama necesaria que esté politizada en el mejor significado de la palabra? 

El canon se definirá dentro de 20 años. Yo no quiero decir que lo anterior no funciona  –claro que no— [lo que quiero] es ampliar un poco nuestras experiencias. También, retomando lo que me preguntaban sobre lo migrante, Lecturas de arraigo obviamente publicará ficciones migrantes pero no exclusivamente. Lecturas de arraigo juega con esto (que quizás en España también tiene cierta [lectura] por lo del “arraigo” político).

Lecturas de arraigo es repensar la pertenencia, jugar con ella más allá del «soy venezolano dentro de Venezuela y no me hallo o sí me hallo o esta es mi nueva forma de amarme a mí mismo». Tampoco quiero diferenciar entre quienes se quedaron y quienes se fueron, por el contrario, de lo que se trata es de no de homogeneizarnos sino de disfrutar de nuestra nueva diversidad porque al quedarse muchos en Venezuela y al irse a otros de ahí, nos hemos dado cuenta de cómo somos, de cómo es el venezolano y hemos empezado a adoptar muchas cosas de otros lugares.

Yo, por ejemplo, he tomado mucho de lo mexicano, de lo español. Muchos amigos ahora son chilenos porque ya llevan 4 años viviendo en Chile. Se trata de ir entendiendo que somos parte de un mundo que se puede cruzar y del cual uno se puede retroalimentar.     

¿Consideras que lo que has visto que se publicaba en Venezuela ha influenciado tu esfuerzo creativo y tu forma de entender la literatura? 

Sí. Totalmente. Quiero también contarles una anécdota personal. Cuando empecé a estudiar, la licenciatura en letras (filología), yo era el tipo de niña que estaba leyendo libros de autores de otros países y tenía la idea de publicar mi tesis sobre Middlesex (2002) de Jeffrey Eugenides. También, los dos primeros años de mi carrera –en Venezuela son 5–, el contenido era muy clásico, me acuerdo que mientras era el sepelio de Hugo Chávez yo tenía que leer a William Shakespeare. A partir del tercero empezaron las protestas. Yo no podía con esa desconexión. A partir de ese momento empecé a leer activamente literatura venezolana. Un poco para hallarme porque nací en una época politizada y polarizada. Es muy difícil realmente decir “esta es mi postura”, “esta es mi posición” porque igual a mí me la impusieron. Yo era lo que escuchaba de boca de mis padres, lo que escuchaba de mucha gente, por eso la trayectoria de entenderme era complicada. A partir de eso, en 2014, tomé un seminario con Michelle Roche –quien ahora ha sido publicada por Anagrama– en el que pensábamos la literatura venezolana contemporánea desde las narrativas del deterioro. Ese seminario lo empezamos a hacer una semana antes de las protestas del 2014 y luego se suspendieron clases. Ni siquiera recuerdo cómo lo seguimos pero recuerdo que lo seguimos religiosamente cada semana. Era justamente tratar de entendernos a través de la literatura. La literatura venezolana es poderosísima y es muy amplia. Ahí empezó la semillita a germinarse. La literatura venezolana es muy potente, muy poderosa y mucha gente la desconoce —hay tantas formas de conectar con ella y no se logra— por ejemplo, en Venezuela muy poca gente conoce su propia literatura. Hay mucho con lo que conectar, muchísimo, y por ahí también empieza esto: por el deseo de darle realmente el espacio que merece todo ese esfuerzo literario. 

¿Consideras que este esfuerzo te ha permitido construir tanto desde lo que has vivido como también desde lo que quisieras ver?

Sí, también todo esto es un poco de deconstrucción lo cual es algo que nos hace muchísima falta. Es también quitarse ciertas cosas que ya pesan y justamente revisar con qué realmente sí podemos seguir adelante e ir más ligeros. Estoy ya terminado el primer manuscrito que se va a publicar y, obviamente, tengo mucho miedo por lo que les mencionaba antes, pero a la vez, porque siento que lo que estamos haciendo amplía el universo de lo que se ha tratado en la literatura venezolana, cambiar los estereotipos. Es un poco como meter todo en una licuadora y ver qué pasa.  

El manuscrito, ¿es tuyo o lo estás editando tú?   

Lo estoy editando. Y esa es otra cosa, Lecturas de arraigo no está para autoeditarme o autopublicarme. En lo más mínimo. 

En lo que se refiere al proceso creativo ¿qué pasos has seguido para realizar UBICUO? ¿En qué criterios te has basado? ¿Consideras que te alejas del rol de una editora tradicional? 

Yo uní el proceso de adquisición de material tanto para Lecturas de Arraigo como para UBICUO. Empecé el 22 de octubre del 2020. Hice la convocatoria abierta diciendo que era doble. Hasta el día de hoy sigo aceptando manuscritos. Una cosa sí, por ejemplo, yo hice la convocatoria el 22 de octubre y terminaba para UBICUO al mes –es decir, el 22 de noviembre–. En ese mes, recibí 35 respuestas, tanto de narrativa, como de poesía, ensayos académicos, manuscritos, artículos de opinión, muchísimas cosas. Yo no esperaba para nada eso. Por el contrario, justamente con todo esto de pensar que iba a empezar siendo ‘pequeña’, pensé que me iba a costar conseguir los textos, pero no pasó así. Yo estoy llevando esto sola, y llegó el momento en el que estaba hablando con un amigo que es poeta en Venezuela, Daniel Chacón, y le dije: –«oye! Recibí 30 poemas, ¿por dónde empiezo?»– y me dijo –«necesitas que alguien te asesore tú no puedes escoger todo tú porque sino ya también te vas a viciar muchísimo»–. 

Con UBICUO básicamente hice todo, pero sin la selección de Daniel Chacón y de Miguel Ortiz en poesía y de Federica Consalvi en narrativa, no hubiese sacado adelante el proyecto porque era mucho trabajo. Al finalizar la convocatoria para UBICUO tenía ese montón de talento y aparte tenía 18 manuscritos. 

Una aventura desde luego. 

Sí, y no me lo esperaba porque cuando hice la convocatoria tenía apenas 200 seguidores en Instagram. Eso demuestra la necesidad que hay de abrir estos espacios. Porque fue de boca en boca que se dio a conocer la convocatoria. Muchos de mis amigos estudiaron Letras conmigo y yo conozco el mundo de las letras en Venezuela por eso se corrió la voz rápido, pero de todas maneras esto demuestra que hacen falta estos espacios y que se tripliquen.

¿Las personas que has publicado en UBICUO te llegaron todas por la convocatoria esta que hiciste? ¿No hay ninguna que— digamos— escojas tú porque creas que realmente vale la pena y digas: vale, esta persona la conozco y necesito publicar algo suyo porque creo que va con mi proyecto

Para UBICUO, los textos que pedí fueron los dos perfiles de La Poeteca y del Museo del libro venezolano. Esos fueron los únicos. Luego, el punto de encuentro que es un inventario de esfuerzos lo armé yo con mucho miedo porque obviamente no es completo y no es exhaustivo. 

También, hemos visto, y nos ha encantado, que UBICUO es una propuesta muy estética, muy sensorial, que llega por muchos lados distintos, tienes los audios que están en Spotify, las ilustraciones. ¿Cómo ha sido el proceso de escoger la ilustración para texto o para ilustración? ¿Cómo has conocido a los ilustradores? 

Eso fue un parto. Ya tenía el número listo, todo el contenido escrito lo tenía en diciembre y me propuse lanzarlo, a más tardar, en marzo de 2021. En diciembre, contacté al artista de la portada. Era alguien que conocíamos, –no en persona–vive en este momento en Coruña y si no me equivoco vivió antes en Santiago de Chile. Lo estaba siguiendo porque me gustaba mucho su estética. Empezamos a hablar y fue decir en enero: «Vale, creo que lo voy a publicar para mediados de febrero».  Hasta ahora no había nada visual, la convocatoria era 100% texto.

¿Un artista preparó ilustraciones a propósito para este texto?

Sí, y gratuitamente. Ahora que tengo el libro impreso, lo que salga es para pagarle los honorarios que les debo a todos. Fue complicado. La ilustración del relato ‘Un con todo’, la recibí el 26 de marzo y yo ya había informado que el 28 de marzo salía el número. El relato ‘Nómada y Virgen’ se lo pasé a 5 artistas, el primero es un ilustrador y tatuador que también tenía varios proyectos literarios (José Miguel del Pozo) y le dije mira este relato grita tu nombre, me dijo que estaba ocupado hasta abril y no podía esperar tanto. Lo bueno fue que al final conseguimos todo. No hay colaboración, intervención ilustrada que no haya sido tomada por el artista y realmente apropiada a su estilo, por eso también quedé súper feliz, pero la última semana fue un parto.  

Tu intención no era que las ilustraciones acompañaran sino que complementaran también ¿cierto?             

Sí. Por ejemplo la ilustración de ‘Nómada y Virgen’ yo se la mostré a mi familia y a todas mis tías y a mi mamá les pareció horrible pero va muy bien con el texto y con el estilo del fotógrafo Andrés Pérez –su trabajo fotográfico es espectacular–.  

¿Te identificas o te alejas del rol de una editora tradicional?

Quiero hacerlo. Quiero alejarme, vamos a ver qué resulta. Una siempre dice que quiere romper todo, hacer algo nuevo y eventualmente, siempre termina entrando en ciertos canales, es natural.  

¿Te ha influenciado el arte performativo en Venezuela? ¿Consideras también que tienes un estilo que está presente en UBICUO y Lecturas de arraigo? 

Ahora que lo preguntas, y mirando un poco hacia atrás el estilo no es mío, pareciera más como de mi generación. Uno de los primeros eventos para el que hice una cobertura mientras trabajaba para revista Arepa fue en una librería, la librería Alejandría, famosa en Caracas. Fue en un acto con el poeta César Segovia quien hace palíndromos. Básicamente de lo que se trataba era de sacar papelitos que él había puesto en una pecera con temas y luego él, en vivo, hacía un palíndromo. También habían puesto un proyector, un ordenador y todo esto era este tipo de movimiento creativo que representa un performance.  Luego, para el siguiente número que era sobre el arte cinético los editores contactaron a quiénes hacían baile Tuki que es una cultura de baile de barrios en Venezuela. Incluso hicieron unos videos promocionales bailando en frente de las obras de Carlos Cruz Diez (uno de los cinetistas más famosos de Venezuela). Creo que esa semilla, nuestra generación siempre hizo cosas muy guerrilleras.          

Totalmente. ¿También crees que eso surge de una necesidad? 

Sí, y de falta de espacios. Falta de espacios que tengan presupuesto para estas cosas, falta de oportunidades que ya estaban empezando a escasear en Venezuela. 

Por desgracia. 

Sobre esto pienso ahora en una anécdota. Los libros en Venezuela solían presentarse con vino. Se hacía el “bautizo” del libro, se le echaba vino. Ya al final, pasó a ser Guarapita que es “cañaclara”, aguardiente con maracuyá, y ya.

Se seguía adelante a pesar de todo… 

Sí, exacto. 

¿Qué parte de UBICUO es tu favorita: los poemas sonoros, el arte, las historias? 

Mi parte favorita de UBICUO es que, después de tener toda la experiencia sonora, ilustrada, narrativa, poética, los perfiles, el inventario…la sensación que deja es de gente que se está tratando de buscar a sí misma. También cuando ensamblé todo el número y vi de qué trataba y en qué se convirtió al final ese pequeño monstruo fue sobre cómo manejar el duelo. Hay muchos duelos en UBICUO, muchos. Y también, no solo es el duelo, sino cómo entenderse a sí mismo: los personajes, cuáles son sus deseos…No sé, es como esa distancia –bastante larga– que existe entre el querer y el tener, entre el deseo y lo que se es, o lo que se puede ser –o incluso lo que se está forzado a ser–. Es ese nudo que queda lo que más me gusta. 

¿Hacer Lecturas de arraigo te ha proporcionado una nueva visión hacia la vida? ¿O crees que hay algo que Lecturas de arraigo puede aportar, no solo en el plano político, sino en general?

No quiero decir esperanza, porque esperanza es algo muy general y también es un concepto que a estas alturas cuesta que de consuelo. Lo que sí quisiera lograr, o lo que creo que es la ventana abierta para Lecturas de arraigo es justamente agarrar todas las cuestiones que somos, todas las cuestiones que nos han marcado –todo lo malo, todo lo bueno–, y disfrutarlo en la literatura, que Lecturas de arraigo sea más bien un pensarnos a futuro, un divertirnos en ese futuro posible. 

Hace muchos años en Venezuela se usaba la expresión “la Venezuela posible”, el país posible y era como siempre estar en ensoñaciones pero Lecturas de Arraigo es un poco más como bajar esa posibilidad a tierra, bajarla a lo que está pasando, a quienes somos ahora. 

¿También tienes intención de describir el presente de una forma distinta? 

Sí, el primer manuscrito se llama Desde la salvajada, de Alejandra Banca. Ella es licenciada en Letras, de mi promoción, pero vive en Barcelona desde hace seis años. Este es su primer libro, es una autora novel. Son dieciseis relatos que exploran temáticas desde lo salvaje pero, aun así, te deja un buen sabor de boca. No te deja en el desamparo, que es un cierre común en nuestra literatura –no digo que esté mal–, pero intentamos mirar al futuro. 

Ahora que hablamos de este manuscrito, de la escritora y también de ti ¿te consideras heredera o producto de una generación de poetas y escritoras venezolanas como por ejemplo Ida Gramcko o Hanni Ossot? 

¡Por supuesto! Cuando yo estaba empezando a estudiar Letras, Faride Mereb empezó a publicar a través de Letra Muerta todos los archivos de esas poetas. No sé si Hanni Ossot fue la primera, pero en fin, ya estaba saliendo algo así como el archivo de estas poetas que de los 70 a los 90 hicieron su carrera y luego ya quedaron rezagadas por la situación del país. Allí empezó esta recopilación de archivos que es cada vez más necesaria. 

Hablando de archivos, ¿crees que Lecturas de arraigo puede ser un archivo de este “mundo posible” y de lo que quieres que sea, no solo Venezuela en sí, sino la literatura en Venezuela? 

Sí, ojalá, espero que lo pueda ser dentro de 20 años. Igual, independientemente de lo que publique, Lecturas de arraigo va a ser una panorámica de esta época. Siento que la literatura venezolana tuvo un boom editorial entre 2012 hasta 2014 pero también creo ha tenido un boom de temas, un boom de producción literaria, de autores, eso es importante. También el tema del chavismo y la oposición se está quedando rezagado. Tenemos que actualizar esos mitos identitarios que nos armamos. Me encantaría simplemente romperlos todos pero no es tan sencillo. 

¿Tienes planes de escribir también? 

Sí tengo. No es lo único que estoy haciendo pero estoy empezando a trabajar con Ricardo Ramírez Requena que es el director de la Poeteca y está dirigiendo talleres autobiográficos. Justamente porque la mente es muy activa –y cuando está haciendo un proyecto te dice, “ah mira, además tienes 3 proyectos más”– tuve la idea de hacer crónicas sobre la infancia, sobre mi infancia, que obviamente va a ser también una panorámica de esa época en la que no estaba todo tan mal. Tengo la primera crónica pero faltan muchas.

Otra pregunta que nos planteábamos a propósito del hecho de que has hecho un proyecto muy visual y estético. ¿Tu objetivo es publicar de forma convencional? ¿Quieres tener todos los libros en papel o quizá otra parte que sea exclusiva en internet? 

Sí, esta fue la parte donde más peleé en el diplomado. Yo empecé un proyecto que según el director era un proyecto destinado al fracaso, bueno, decía que el proyecto era hermoso, necesario, pero que no vende. Yo opino lo contrario. Según la forma en la que se hacen las cosas en España, básicamente yo tengo que casarme ya con un distribuidor y poner mil ejemplares y que ellos se encarguen de la venta de e-books. Todo esto y porcentajes, porcentajes, porcentajes. Mucho porcentaje pero te quedas con un 1% y, es para pagar las deudas que son más del 1%.  Quiero hacer mi propia estructura de negocios funcional. Tengo un mercado en España de inmigrantes venezolanos y de españoles que pueden estar interesados en la literatura venezolana pero, sobre todo, puedo conectar con los venezolanos tanto dentro de Venezuela como en otras partes del mundo. Hay muchos lectores también que están ya más estables donde sea que estén y si deciden comprar los libros en físico incluso pagando el envío de España a Argentina, de España a Chile, de España a otro lugar lo pueden pedir. Ahora, yo necesito lograr distribuirme acá en España también. Ese es mi sueño, esa es la meta que quiero lograr: conseguir distribución en España, es lo básico. 

Sí, totalmente. Es cierto que puede ser complicado y además, como hablábamos antes, dentro del papel de mujer, migrante, joven.   

Sí, ciertamente. De hecho, estaba hablando de este tema con una productora conocida acá, también venezolana y le decía que en UBICUO yo traté de conseguir una paridad de género y ella me mencionó que paridad es sacar un producto cien por ciento femenino y que no lo cataloguen como “de mujeres”. A esa idea tengo que aspirar. 

Sí, también es un poco, como mujer en el negocio editorial culebrear entre todos los obstáculos.

Por ahora no ha sido tan cuesta arriba como pensé, pero igual todavía no estoy en los medios de difusión, todavía no he tenido, ese roce. Ya veremos. 

Hemos visto por Instagram y otras redes que recientemente has hecho un evento, ¿planeas hacer más? ¿Cuál crees que es el medio que ahora mismo te da una mejor difusión y es más abierto hacia un público más grande? 

El evento que hice fue una presentación UBICUO en un café muy acogedor aquí en Madrid que se llama Masticar –queda por Recoletos–. El evento fue una presentación informal, incluso al final, como no tenemos a ningún escritor que publicamos que viva acá en Madrid, aprovechamos que teníamos los poemas sonorizados y pusimos tres. Lo hicimos, para hacer como si ellos estuviesen allí presentes recitando su poesía. Ahora lo que estoy planeando es hacer charlas. Justamente viene Carla García Sánchez que es la escritora de “La incondicionalidad del gummy bear” y quien vive en Asturias. También Daniel Alexis Luis López –el escritor de “Nómada y Virgen”– me dijo que cuando fuese a hacer una presentación o un evento, le avisara con tiempo que él pediría días y subiría a Madrid. La intención es tratar de conseguir que ellos dos estén presentes –y también de manera virtual quienes intervinieron, que viven en Caracas y en Bogotá– y hacer una charla sobre cómo fue el proceso de creación con ellos aquí presentes.

¿Qué obstáculos has encontrado en el proceso de creación de Lecturas de arraigo?

Apenas tengo cuatro meses como autónoma en España así que sé que al año algo va a brotar. Legalmente, algo va a brotar, algo va a quebrarse. De repente Hacienda me dirá:  –tenías que rellenar este papel o hacer esto o tenías que ir por aquí–, no lo sé. Ese es un obstáculo latente. Por otro lado, lancé UBICUO y estaba confiada en que iba a llegar al menos a los medios venezolanos, que lo iban a reseñar pero no fue así. A uno de los medios que más me gustaría llegar les mandé la nota de prensa y me dijeron me encanta el proyecto, felicidades, avísanos cuando vayas a sacar la primera novedad y allí ya hablamos de cómo apoyarte. Fue como “a ver…tengo esto aquí, ¡recién salido!” . Obviamente también el gran obstáculo es llegar aquí a España y conseguir que los españoles te lean. Es difícil, es muy difícil porque –si mal no recuerdo–, en este país se publican 9000 novedades al año. Se necesita mucho dinero para posicionar un libro que al final incluso ni se venda tanto como esperabas. Es difícil. Obstáculos hay miles. Por ejemplo, ahora estoy en proceso de edición de un manuscrito que es bastante coloquial pero no lo voy traducir a un español neutro porque ya tenemos a Fernanda Melchor, Mónica Ojeda, Lorena Salazar Masso –de Esta herida llena de peces–, a mujeres latinoamericanas, contando historias, contando sus ficciones en su lengua, con sus palabras, lo que te muestra en el fondo es su epistemología, entras realmente dentro de su universo a través de la palabra. No escuchas a un venezolano decir “déjame coger el móvil”, eso no va a pasar. Ese es el obstáculo, yo estoy preparando este manuscrito pensando en eso, en mantenerlo fiel a sí mismo, sé que puede ser una decisión arriesgada. 

Queda mucho por trabajar, UBICUO es un número híbrido, antológico, quería hacer un número especial y la gente ahora piensa que es una revista serializada y no lo es. UBICUO está registrado como un libro según su ISBN. Mucha gente piensa que el proyecto editorial se llama Ubicuo o Oblicuo –hay mucha confusión alrededor del nombre–, por eso me toca mucho trabajo de comunicación. 

También vale la pena comentar –si no me equivoco–, que este proyecto ha sido un bebé la pandemia. 

Sí, 100% 

Cuéntanos entonces, ¿cómo te ha afectado la pandemia? ¿Cómo has visto el proyecto? ¿Tienes algo esperanzador que contarnos sobre esto ya que ha salido al final algo tan bonito?

He podido sacar este proyecto porque llevo 2 años en España aplicando a cuanto trabajo creativo he visto y nadie me contrata por el momento y saliendo de la cuarentena fue como decirme: si nadie me contrata, yo me voy a contratar. Ese fue el motor, fue esa frase absurda, y ya. 

Terminé el diplomado en junio de 2020 y la charla de cierre fue un poco pensar qué será de este sector cuando acabe la pandemia. Honestamente, todos estaban bastante esperanzados, el sector está afectado y hay muchas cosas que se han perdido pero particularmente en España parece que todo se ha mantenido a flote. Pero es muy delicado ese balance. Ya veremos. 

¿Piensas traducir y así llegar a países donde no se hable español? ¿Crees que es necesario que llegue la perspectiva que aportas a otros lugares donde no se hable español? 

Es algo que ya he hablado con los tres autores que tengo en este momento. A mí me encantaría publicar traducciones pero siento que sería mucho más valioso conseguir vender los manuscritos a otras editoriales de otros países y que ya ellos hagan la traducción. Ellos teniendo ya su maquinaria, su nicho, llegarían mucho más lejos que yo traduciendo. La idea es buscar esa conexión con otras editoriales. El segundo manuscrito incluso ya tiene una traducción oficial que la autora ya trabajó porque ella es traductora también. Vive en Edimburgo. Ella me dijo que ya la traducción está hecha. Porque voy a ser agente de estas tres autoras. Cuando consiga que una editorial compre sus manuscritos la condición será usando esta traducción al inglés. 

Ya para cerrar, ¿dónde te ves a ti y a tu proyecto en 5 años, o en 10 años, incluso? 

La respuesta optimista es en Venezuela, yo soy de esas. Si dentro de dos años tengo un catálogo con un fondo de seis libros y tres manuscritos en la maleta para mí ya eso va a ser tremendo logro. Me veo ahí, estoy haciendo todo para estar ahí.