Photo of Oriette D'Angelo

«Sorprende mucho la cantidad de muertos que uno lleva en la memoria»

Entrevista con Oriette D’Angelo, poeta, residente en Iowa, EEUU

Por Maisy Bull y María Gámez Roldán

¿Qué te encuentras haciendo ahora mismo?

Ahora mismo estoy haciendo el PhD en estudios hispánicos. Inicialmente llegué para estudiar inglés, luego hice una maestría en Chicago, después hice el MFA en Escritura Creativa en Iowa y ahora mismo me encuentro con el PhD también en Iowa. Mi vida está dedicada de lleno a lo académico, es lo que estoy haciendo ahora. Esa es mi vida ahora mismo: leer, leer y leer, además de combinar todo eso con la escritura. Tenía que buscar una manera de salir de Venezuela y esta manera, afortunadamente, fue venir a los Estados Unidos a estudiar. Debo decir que soy una privilegiada ya que pude conseguir becas aquí y salir de Venezuela de esa manera.

¿Y qué tal funciona esta combinación entre la parte más académica y la parte más creativa? ¿Se influencian la una a la otra?

Es interesante porque lo que yo estudio e investigo en el mundo académico tiene mucho que ver con lo que escribo. Ahora mismo, por ejemplo, estoy investigando —de manera general— cuerpos y violencia, y esto es de lo que trata mi primer poemario. Así que para mí, en este sentido, no ha sido difícil. Sí es cierto que he tenido una dificultad y es que yo no estudié literatura. En Venezuela estudié Derecho y luego estudié Comunicación: mi primer encuentro con el mundo académico fue en la maestría de escritura creativa; es decir, hace tres años. He tenido que aprender, sola, a escribir un artículo académico, cómo se estudia literatura, cómo se interviene en clases de literatura… Este ha sido el mayor reto, he tenido que dedicar mucho tiempo al estudio de la teoría literaria. En términos de dedicación y tiempo ha sido una batalla porque no he podido dedicarme tanto a la escritura como en otros años pero a mí me gusta ver el tema de composición de trabajos académicos como escritura, como algo que formará parte de un libro: para mí todo se resume en escribir, afortunadamente, todo es un mismo mundo para mí.

¿El academicismo y la creación son, entonces, compatibles para ti?

Lo que ocurre es que muchas veces me he encontrado enfrentarme con profesores que no consideran la escritura creativa como algo académico. Entonces, lo que sí que me ha pasado es que por venir del mundo de la escritura se suele pensar que no se tiene la madera, hablando de una manera un poco más informal, como para que nos podamos dedicar a lo académico. Hablo en plural porque esto no solo me pasa a mí, sino a muchos de mis compañeros. Tenemos que probarles que sí podemos, que sí tenemos el vocabulario y que sí tenemos el conocimiento. Pero claro, para poder probarles tenemos que estudiar mucho por nuestra cuenta. También ocurre otra cosa y es que en la escritura académica se suele pensar que hay mucha frialdad en cuanto al tono: obviamente tienes que mantener un tono distante, documental, teórico… Pero para mi sorpresa al leer me he encontrado con muchísimas escritoras que combinan lo creativo y lo personal con lo académico. Una de mis referencias es bell hooks: es una autora que me encanta y parte de la razón por la cual me encanta es porque ella escribe un ensayo feminista pero te habla de su infancia; entonces, ella está teorizando sobre feminismo pero lo conecta con lo personal y el tono es cercano. Poco a poco he ido conectando y encontrando referencias para lo que yo quiero hacer con mi vida académica.

“Por venir del mundo de la escritura se suele pensar que no se tiene la madera, hablando de una manera un poco más informal, como para que nos podamos dedicar a lo académico”.

Mencionabas antes que te fuiste a los Estados Unidos porque era una manera para salir de Venezuela. ¿Te apetece hablarnos sobre esto?

No es ningún secreto que la situación en Venezuela ha empeorado durante la última década. Yo tenía nueve años cuando –y menos mal que puedo decirlo– el expresidente Hugo Chávez tomó el poder. Desde pequeña crecí viendo al chavismo tomar las instituciones y era difícil de ver cómo su campaña y su forma de hacer política se volvía más restrictiva y más agresiva: estudié Derecho precisamente por esto, en términos muy románticos yo quería salvar Venezuela, quería ser diplomática, quería ser presidenta de Venezuela. En la teoría fue precioso, pero cuando me tocó trabajar de abogada la cosa no era tan bonita.

En mi vida de joven adulta comencé a tropezar con las políticas del país, con la falta de comida, de productos higiénicos… La verdad es que la vida de los venezolanos entre los años 2012 y 2016 se basaba en hacer colas. Tuve que vivir con miedo: el tema de la violencia en Venezuela es algo muy fuerte… Mi ex-esposo aplicó a un PhD acá en Estados Unidos, yo estaba trabajando en redes sociales, nada relacionado con la literatura. Él quedó en un PhD en Chicago y esa fue la salida, fue algo así como: nos vamos a casar, nos vamos a venir a Estados Unidos, tú vas a estudiar inglés. Mi familia, obviamente, estaba esperando que yo tomara esa decisión. Estados Unidos no estaba en mis planes, yo quería irme a España o a Argentina o a Chile pero pasó así y he estado agradecida con los Estados Unidos y con las oportunidades que me ha dado este país. Esa fue la razón y la razón que todo el mundo tiene.

En tu obra Cardiopatías, hemos podido ver mucho este dolor, la violencia y el cuerpo herido. Por lo que nos cuentas pareciera, entonces, que la obra tiene tintes autobiográficos: ¿Dirías que esto es así? ¿De dónde nace Cardiopatías?

Para mí la poesía, en una concepción bastante personal, es autobiográfica. La poesía siempre tiene algo de verdad, siempre cuenta certezas dentro de lo que podemos entender como la memoria. Cardiopatías es un proyecto de denuncia. Yo empecé a escribir ese libro con poemas sueltos en el 2012 y no recuerdo exactamente cómo surgió el título pero sé que llegó un momento en el que tenía tantos textos sueltos que dije –y recuerdo decirle esto a mi ex-pareja–: “yo siento que no puedo escribir un libro de poesía pero todos estos poemas tienen en común el cuerpo y el país, el cuerpo y la violencia.” Él me dijo: “podrías tratar de involucrar el tema de la enfermedad y el tema de la situación del cuerpo en su fragilidad dentro de sí mismo y dentro de un país; cómo el cuerpo se constituye como un elemento dentro de una ciudad que lo acecha.” Empecé a leer muchos diarios, empecé a leer, por ejemplo, a Miyó Vestrini, una poeta venezolana, y empecé a obsesionarme con las escritoras escribiendo sobre su propio cuerpo y sobre el país. Me di cuenta de que había una corriente de escritoras que había venido haciendo esto antes y, entonces, me di cuenta de que quería hablar sobre Venezuela en el 2012. Teniendo este rumbo, empecé a explorar el tema de lo documental, de los datos de masacres que habían ocurrido en Venezuela y amigos que habían muerto. Aquí me di cuenta de que tenía este tema y en un año logré cerrar el libro. Me gusta pensar que Cardiopatías viene del desorden.

En Cardiopatías vemos la personificación de Caracas como una mujer doliente y se hacen referencias a la violencia machista. Teniendo en cuenta tu condición de mujer venezolana y, más concretamente, caraqueña, ¿cómo fue la publicación y recepción de Cardiopatías y también de tus trabajos académicos?

En Cardiopatías, Caracas está personificada como una mujer y esto es algo que no solo se relaciona con la situación en Venezuela: la situación de la mujer sigue siendo precaria en todo el mundo. Me sorprende que en pleno año 2021 sigamos teniendo que explicar que la violencia contra la mujer existe, que el machismo existe… Yo estoy muy pendiente de las noticias en España, y todo el tema de Samuel, el chico de A Coruña que asesinaron, es un tema de violencia machista. Acabo de leer un artículo que intentaba defender a los agresores con comportamientos de Fornite, por ejemplo. Esto es algo que leí el catorce de julio de 2021: alguien que justifica la violencia machista con un videojuego. Me produce rabia tener que explicarle al mundo constantemente lo difícil que es ser mujer. Caracas siempre la asumí como una ciudad golpeada por políticas totalitarias y el machismo es una corriente totalitaria: es una corriente de pensamiento que no se ha querido ir porque no le conviene. Desde el principio, con mi identidad de mujer venezolana y caraqueña además, la violencia que yo como mujer sufría en la calle y sufrí con parejas antiguas o entornos familiares lo relacionaba con la violencia que vivía cuando tenía que pelear por un pedazo de carne, cuando tenía que hacer una cola, cuando tenía que ver gente muerta: a mí la gente me pregunta aquí que cuantos cadáveres vi en los Estados Unidos. A la gente le sorprende mucho la cantidad de muertos que uno lleva en la memoria: esa violencia te cambia el cuerpo y te cambia la estructura cerebral. La violencia machista se incluye aquí también, por eso personifiqué a la ciudad, porque es ella la que habla a través de mí y yo siempre voy a hablar desde mi cuerpo de mujer, siempre voy a denunciar.

Lo del mundo académico lo voy a resumir con una frase y es que una vez un escritor venezolano muy importante me dijo: “tú escribes bien pero es que eres muy feminista”.

“A la gente le sorprende mucho la cantidad de muertos que uno lleva en la memoria: esa violencia te cambia el cuerpo y te cambia la estructura cerebral. La violencia machista se incluye aquí también, por eso personifiqué a la ciudad, porque es ella la que habla a través de mí y yo siempre voy a hablar desde mi cuerpo de mujer, siempre voy a denunciar”.

Pareciese entonces por lo que nos cuentas que Cardiopatías es un libro que surge de manera esporádica, sin mucha premeditación. ¿Cuál es, si es que tiene alguno, el fin de Cardiopatías?

El fin es político: escribí poemas que denunciaban la política de mi país. En Venezuela una de las maneras más tradicionales de entrar en el mundo literario es ganándose un premio: el premio para obras de autores inéditos de Monte Ávila, una editorial del estado que, tradicionalmente, ha publicado nuevas voces. En ese momento el Estado estaba representado por el gobierno de Hugo Chávez Frías, por lo que la política de la editorial era publicar y difundir a los poetas que se acercaban a su ideología política. Me gusta pensarme como una especie de infiltrada porque yo mandé a ese premio. Primero porque este premio es muy prestigioso para la carrera de un autor joven y, segundo, porque quería infiltrarme en este mundo político. Yo quería poder leer poemas en contra del gobierno en un evento del gobierno, que es algo que daba muchísimo miedo pero, como yo soy una persona conflictiva, quería leer poemas en contra de Chávez en una multitud que adora a Chávez.

Sorprendentemente gané. Respeto muchísimo al jurado que premió al libro, pero yo siento que fue como una especie de negociación, algo así como “esta chica mandó poemas en contra del gobierno, vamos a probarle que somos un gobierno inclusivo y aquí tenemos voces disidentes y que ella puede publicar su libro con nosotros.” Yo no sabía por qué este libro ganó el premio pero mira ahí estaba leyendo poemas en contra del gobierno en un festival del gobierno así que la verdad es que como propósito sí tenía este fin político.

“Yo quería poder leer poemas en contra del gobierno en un evento del gobierno, que es algo que daba muchísimo miedo pero, como yo soy una persona conflictiva, quería leer poemas en contra de Chávez en una multitud que adora a Chávez”.

Todo este fin político del que hablas nos recuerda mucho a la poesía de García Lorca, al cual homenajeas en el poema Viví cien años dentro de un cuchillo, ¿Te gustaría hablarnos de tus referentes e influencias? Podemos ver también cómo citas al cantautor Manolo García, ¿Qué importancia tiene la música en tu literatura?

Pienso que a García Lorca y a mí nos une la persecución: él también denunció esa persecución, denunció el vivir entre dictaduras, habló de ese cuerpo próximo a desaparecer. Y este era mi miedo constantemente en Venezuela: que me asesinaran por ser mujer, que me asesinaran en la calle… Si tengo que hablar de eso que nos asocia es este miedo a desaparecer que está presente en mi poesía, que uso como una especie de testimonio. Ni siquiera me importa si alguien piensa que mi poesía es buena o mala porque es lo que tengo para dar.

Respecto a la música quiero hablar de Manolo García, que recibió el libro hace unas [meses]. Para mí esto es muy importante porque su música me ha acompañado desde que soy pequeña. Mi primer acercamiento con la literatura fue a través de la música. Yo vivía en una ciudad que se llama Lecheria y, cuando era pequeña, había dos librerías: una no la conocía nadie y la segunda estaba en un centro comercial. La del centro comercial la cerraron cuando yo cumplí diecinueve años para abrir una tienda de ropa, lo cual habla bastante bien de cómo era la ciudad en ese momento. Yo no tenía acceso a librerías ni bibliotecas, todo lo que leía era por curiosidad en internet o porque mis profesoras del colegio eran increíbles. Toda mi formación en las letras fue autodidacta y la música, las letras de las canciones, Manolo García, cuya música es eminentemente poética, estuvo presente.

Vemos que el tema de la globalización y la internacionalidad es algo recurrente en Cardiopatías, ¿opinas que este machismo del que se habla en tu obra se ha empeorado debido a internet o piensas quizás que el internet y las redes sociales son un medio para concienciar a la población sobre estos temas?

Es interesante porque, en términos de comportamientos y actitudes machistas, no sé si internet ha conseguido mejorarlas o empeorarlas, lo que sí ha ocurrido es que ha aumentado la visibilidad de la violencia machista entonces, cuando antes la violencia se quedaba en el entorno doméstico y era algo que se llevaba a puerta cerrada ahora es algo que en internet se ve. Es interesante que también ha facilitado que los, digamos, agentes de violencia machista, porque me niego a llamarles hombres, expresen todas sus opiniones respecto al cuerpo femenino, a las mujeres, a la familia. Esto también nos ha servido para señalarlos y saber quiénes son: por ejemplo, este chico, también de España, que ha salido en una entrevista diciendo que él no usaba condón y les decía a sus parejas que era estéril. El hecho de que él sienta la libertad de decir esto en una entrevista que va a salir en el mundo digital habla mucho sobre la tolerancia de internet pero al mismo tiempo salieron muchísimas personas pidiendo que se le investigue por abuso contra la mujer; entonces, sin internet esto no fuese posible. Entonces, donde antes la mujer tenía que quedarse en casa calladita ahora ha encontrado una voz universal en internet.

Siguiendo un poco este hilo de internet nos gustaría saber algo más sobre tus proyectos digitales, entre ellos la plataforma literaria www.digopalabratxt.com y tu proyecto de difusión #PoetasVenezolanas.

Cuando dejé de trabajar como abogada quería tener mi propia revista literaria así que lancé mi propia revista para poder explorar entrevistas con escritores. La primera razón por la que hice esto era porque quería tener una plataforma donde yo, persona sin background académico y sin conexiones en el mundo de la escritura, pudiera entrevistar a escritores que admiraba. Si me hubiese sentado a esperar, a tocar puertas y ver cómo me rechazaban no iba a hacer nada de lo que quería hacer, así que fue el internet lo que facilitó que yo pudiera lanzar mi propio proyecto.

El segundo proyecto, que ya tiene un tinte más académico, es uno donde exploro y difundo voces de poetas venezolanas. Mi interés surgió al leer antologías y darme cuenta de la cantidad de poetas venezolanas que pasaron desapercibidas, que no se volvieron a publicar y de las que nunca se volvió a saber nada desde la publicación de un primer libro. La posibilidad de tener acceso a esos libros que yo revisaba con guantes y que en cualquier momento se rompían hizo que empezara a escanearlos: hoy tengo un archivo digital con muchísimos libros de poetas venezolanas para no perderles la pista. He tratado de difundir algunos poemas en esta plataforma y mi sueño es poder hacer algo como Open Library donde pueda, en algún momento, compartirlos sin tener problemas de copyright para que más gente pueda tener acceso a estas obras que pasaron desapercibidas.

¿Estás feliz con el lugar al que ha llegado tu obra? ¿está donde deseabas que estuviese?

Sí, debo decir que estoy feliz y una de las razones por las que estoy feliz es porque me he permitido la pausa: nunca he sido una persona que tenga saciedad por las publicaciones, la verdad es que Cardiopatías se empieza en el 2012, se publica en el 2016 y desde entonces lo que he estado haciendo ha sido trabajar en libros, tengo unos seis, de los cuales cuatro ya están escritos, que permanecen inéditos. Pero siempre me ha costado mucho ir a tocar a las puertas de las editoriales y a pedir que me publiquen. No sé por qué pero he estado muy feliz en el silencio y en la pausa, dándome mi tiempo, dándole mucho espacio a la lectura y esto es lo que me hace feliz. Si a mi yo de adolescente le hubiesen dicho que iba a ser escritora, que iba a tener un libro publicado y que iba a poder vivir de la literatura no me lo hubiese creído.

Como has mencionado a tu yo adolescente, nos gustaría que le dedicaras unas palabras a esas chicas adolescentes que, de una manera u otra, están ahí: que están pensando en el academicismo, o en la escritura, o quizás simplemente en la literatura… ¿Qué te hubiese gustado que te hubiesen dicho a ti cuando estabas ahí?

Yo creo que tengo una ventaja ahora que lo pienso porque nunca me han dicho que no podía hacer nada. A mí nadie me dijo que no escribiera, salvo cuando ya estaba escribiendo, lo cual es interesante: ya con un libro publicado me decían “¡eres muy feminista!”, pero a mi yo adolescente nunca le dijeron que no intentara las cosas. Mi familia y mis profesores de la escuela siempre me animaron. Crecer sabiendo que uno puede hacer algo me parece fundamental, entonces, lo que le diría a las adolescentes que quieren hacer cosas es que, y esto suena muy cliché, pero si les dicen que no pueden hacer algo que sea esa rabia la que sirva de gasolina para hacerlo; y si les dicen que sí pueden hacerlo, que aprovechen que creen en ellas: si quieres tocar el violín y te animan a ello, hazlo aunque seas malísima porque un día tu verás que quisiste, que diste un concierto, que fuiste malísima pero te aplaudieron igual. Puedes decir que lo hiciste.